Enero/ Mayo 2015
A principio del verano un amigo nos prestó un galpón abandonado donde alguna vez funcionó un aserradero, mientras juntaba dinero para demolerlo.
En un lapso de 6 meses, se realizó una convocatoria a residencia que seleccionó más de 30 artistas de diversas partes del mundo, dando como resultado 9 muestras colectivas.
La rótula formal de aquella experiencia fue la Sala Seca, un cubo de estructura de acero galvanizado revestido con polietileno translúcido.Técnicamente, era el único espacio donde se podian desarrollar actividades con elementos delicados, ya que el resto del galpón tenia goteras considerables. Simbólicamente, funcionaba como señalamiento de un recinto de arte: frente al contexto derruido del aserradero, aparecía como un objeto inmaculado. Mientras las obras se sucedieron en el espacio del galpón y la casa adjunta, la Sala Seca permaneció como el cerebro de C.I.,
donde gestaron las ideas que devinieron en materia.